Parecía que la digitalización debía ser la gran innovación educativa del siglo XXI. Sin embargo, pasados los años de la primera y comprensible efervescencia innovadora, los hechos no apuntan en esa dirección. Y pudimos constatarlo durante el confinamiento.
Una digitalización prudente de las aulas, podría consistir en sacarle el mayor partido a la computadora del profesor que proyecta los más relevantes contenidos en una pantalla (a través de un cañón de proyección), a un ritmo muy lento y didácticamente muy meticuloso. Si las imágenes y sus textos se maduran muy quedamente perdurarán en la retina. Sucederá como con las mejores ilustraciones de los libros de siempre: ofrecerán explicaciones interesantísimas. Eso nadie lo niega.
Pero la clase no consiste en la mera exposición, durante la gran parte del módulo, de este tipo de contenidos sino más bien de una breve proyección (quizá de unos 10 minutos) de estos mismos conocimientos digitalizados que se complementará con la voz del profesor, el libro, ejercicios, lecturas, compartir experiencias, etc.
Estos contenidos digitalizados no son la explicación sino su complemento. Es decir, muchos maestros señalan que lo mejor es aprender trabajando documentos digitales didácticamente muy relevantes, pero solo expuestos brevemente y procedentes de la pantalla general de la clase, es decir no surgidos de las tabletas o computadoras particulares.
Una digitalización prudente, significa hacer el mejor uso posible de las tecnologías más avanzadas, pero con criterio.
En Designio CREA estamos convencidos que la tecnología es un medio, no un fín en sí, y puede ampliar las posibilidades donde se propicie el encuentro humano (como en la modalidad híbrida) pero una clase debe ser una oportunidad y un privilegio ayudar al otro a ser mejor persona.
Autor: Ignasi de Bofarull ( Abril 09,2022. Aleteia)